05 junio 2007

Camboya

Ya llevaba muchos meses en Tailandia, y era uno de los pocos de entre mis compañeros que nunca había cruzado la frontera hacia Camboya, país que encierra uno de los puntos más impresionantes de Asia: la antigua ciudad de Angkor (para el que no le suene, escenario elegido para la película de Tomb Raider).


Comenzó el viaje en Phnon Penh, capital del pequeño país. A pesar de la proximidad cultural entre los dos países, siempre ha habido enfrentamientos entre ellos, robándose territorio uno al otro, siendo Camboya el más desfavorecido por la historia reciente: ocupación francesa, guerra civil, genocidio, ocupación vietnamita... Y todo eso se deja notar en la capital, tranquila, ordenada, pero con más pobreza que cualquier ciudad provincial tailandesa.


La primera mañana visita a la cárcel del S-21, en el centro de la ciudad. Cuenta con una inmensa colección de fotos de ejecutados y torturados, relatos de ejecutores muchas veces perseguidos posteriormente, y artilugios de tortura, en un ambiente muy poco alterado de cómo lo encontraron los Vietnamitas tras llegar a la capital y acabar con el régimen de Pol Pot en 1975. Vamos, un placer para empezar.


Tras el triunfo de la revolución, el antiguo colegio fue rápidamente transformado en prisión y las aulas en celdas y salas de interrogación. Aquello fue en 1970. Tras conseguir la independencia de Francia en 1957, siguieron unos años de enfrentamientos y golpes de estado entre partidarios del rey, pro-occidentales, comunistas pro-chinos, comunistas pro-vietnamitas, muchas veces asociados los unos con los otros y los otros con los unos. Hasta que en 1970 la revolución roja de Pol Pot y sus jemeres rojos llegaron a la capital, con lo que comenzó la socialización al pié de la letra del país, el éxodo forzado al campo, y el aislamiento del exterior.


Los 5 años de gobierno, fueron años de “limpieza” (torturas, campos de prisioneros, trabajos forzados,...), primero contra los perdedores de la guerra civil, luego contra facciones que colaboraron en la victoria de la revolución, y posteriormente dentro del mismo "Partido" ganador. Resultado: 2 millones camboyanos muertos en 5 años, lo que para una población de 8 millones, resulta escalofriante. Los juicios por los crímenes guerra no han concluido, y el líder de la revolución falleció en 1998, dicen...


La verdad, siempre resulta extraña la sensación de cómo en un país tan tranquilo, tan similar en carácter a Tailandia, de gente amable y sonriente, hace apenas 30 años se estaban matando todos contra todos.


Tras Phnom Penh, un autocar nos llevó a Battambang. Una importante ciudad provincial, ya un completo paso atrás en el tiempo: calles sin asfaltar, pocos coches, motos y bicis por todas partes, y cuando no se va la luz, nada que hacer.

Tras tragar polvo en la capital, estábamos más por algo de tranquilidad, así que con unas motos nos fuimos a una presa cercana, en un paseo por el campo camboyano.

Junto al embalse a comer, y luego una siesta en las tumbonas, mientras Javi entretenía a los niños del lugar (es lo bueno de tener un mago en la oficina, es verdad, ¡es mago!).


Por la mañana, continuaba el viaje dirección Siem Reap, esta vez por barco. Una vieja e incómoda lancha rápida de madera en la que viajábamos más de 20.

El recorrido fue largo, siete horas de meandros y casas de pescadores en el río Sangker y en el lago Sap, donde lo más entretenido fue un hombre al agua a mitad de recorrido.



Y por fin en Siem Reap, punto final del viaje, segunda ciudad del país. Y en sus alrededores la antigua ciudad de Angkor, con sus templos perdidos en la selva, testimonio del apogeo de la civilización Jemer hace en torno a mil años. Probablemente uno de los lugares más espectaculares de Asia, aunque no haya sido incluido entre las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno (era finalista, pero en Brasil hay más teléfonos).


Pero antes de nada, tras una jornada de viaje y una buena ducha llega la cena. ¿Y qué es lo típico de Siem Reap para turistas del montón como nosotros?. La happy pizza!!!. Entre porción y porción de pizza la alegría fue llenando el ambiente de los tres viajeros. Hasta tal punto que me pasé varias horas sin dejar de reír, y sin poder articular más de tres palabras de cada frase que quería decir. Sencillamente, a mitad de frase se me olvidaba lo que quería contar. Paraba, dudaba, y cómo era tan absurdo, pues ataque de risa. Así una y otra vez, los tres sentados alrededor de una mesa, mirándonos sin poder hablar, y encadenando batidos de fruta.


La resaca del día siguiente no fue tan graciosa. Tenía el cuerpo quemado del viaje en barco (me quedé dormido en la cubierta) y empezó a doler. Además de la boca seca y un tremendo mareo. Pero no había tiempo para la recuperación, el tuk-tuk nos esperaba, y teníamos sólo un día para visitar las ruinas de Angkor.




La verdad es que la visita cumple las expectativas. Es espectacular. El enorme Angkor Wat dominando la llanura, la vegetación entrelazada en Ta Prom., los rostros de Angkor Tom… toda una colección de templos que resistieron como pudieron la caída del Impero Jemer y el posterior avance de la jungla. Y si todo ello se ve bajo los efectos de las pizzas...




Aquí, en Angkor, concluyo este viaje sur-norte por el centro del pequeño país. He tardado en ir, pero ha merecido la pena. Así doy por satisfecha mi curiosidad sobre los países que rodean a Tailandia, queda Laos, pero el tiempo me parece que no me llegará… quien sabe.


1 Comments:

At 4:52 a. m., Blogger martuky said...

Ostras el árbol ese!! en varias pelís lo he visto... es de verdad... no un decorado... oooooooh!!! Y fíjate tux, ahora me acuerdo de cierta mañana iendo al curso, saliendo del metro y tú diciéndome... ¿te mola Bangkok? Porque no se yo si llegaré a cumplir el año... jeejejejeje pendejo!! que eres un pendejo!!

Besines desde los madriles!!

 

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