12 diciembre 2006

Myanmar

Desde el momento en que, hace dos semanas, hicimos el último click para comprar los billetes que nos llevarían a Bali en el puente de Diciembre, el arrepentimiento comenzó a invadirme. Estaba a punto de gastar buena porción de mis escasas vacaciones (probablemente este es el punto más precario e injusto del precario no-contrato que firmé en Madrid, y aún más irracional sabiendo que quien lo fomenta es un organismo público, un ejemplo a seguir...) en un destino de playa, precioso, pero de playa, y seguramente poblado de guiris jubilados y recién casados.


Pero dos días después Dios, o Buda por estas tierras, vino a mí en forma de “banco y/o compañía aérea”, avisando de que no se había podido realizar la transacción, y por lo tanto la compra de billetes. Momento de ponerse manos a la obra, comunicarle la noticia a Edu, y apenas unos días antes del viaje, hacer un cambió brusco de destino: Birmania.

La verdad, yo no tenía ni idea de lo que era Birmania, había leído algunas cosillas, algún comentario en blogs o en foros, pero me llamaba la atención, no se si era por lo mítico-bélico del nombre, porque no parece ser un destino prioritario del turismo del sudeste asiático, o por lo hortera de la canción.

Sea como fuere, el cambio creo que mereció la pena, dejaré Bali para mi Luna de Miel... o para los próximos meses.

Myanmar, más grande y poblado que la Península Ibérica, y rico en recursos, es un país pobre. “Tailandia también”, diréis algunos (yo también lo pensaba). Mi idea del sudeste asiático era la de una serie de países más o menos similares, llenos de arrozales, selvas, templos y gentes de ojos rasgados que amaban u odiaban a los americanos dependiendo de su historia reciente. Pues no es así, por ejemplo, la diferencia entre Tailandia y Myanmar, al menos en Índice de Desarrollo Humano, es la misma que existe entre Noruega y Ecuador. Centrándonos en un continente, la diferencia de IDH entre ambos es mayor que la existente entre Italia y Albania, con la particularidad de que los dos asiáticos comparten 1.800 kilómetros de frontera, religión, etnias,...


Mi visita se ubicó en cuatro puntos, los típicos del itinerario turístico, sea para una semana o para quince días. Yangón (la capital) y tres áreas del centro del país, el lago Inle, Madalay y Bagán.

Yangón me pareció una ciudad fea (las grandes capitales suelen serlo), a lo que tantos años de gobiernos comunistas, militares y el bloqueo económico actual no han ayudado nada. Se veía un centro urbano descuidado, sucio, con casas coloniales pero en estado lamentable, en contraste con su pagoda emblema, Shwedagon, bañada de oro, que es para lo que se emplea parte del dinero que el Gobierno recauda de los turistas.


Existe un debate acerca de Myanmar, sobre turismo si o turismo no. Los que se oponen al turismo (entre ellos la premio Nóbel que fue elegida presidente en unas elecciones en 1990, pero que nunca llegó a gobernar), argumentan que la mayoría del dinero, de los dólares (es la divisa de los gastos grandes, para comprar chucherías y souvenirs se puede usar el Kyat), van a para al Gobierno Militar, lo que le refuerza. Los que recomiendan el turismo aluden a que genera ingresos extra para la gente humilde del país, y que permite un contacto cultural con el exterior (la censura de los medios aquí es total) que desencadenará inconformismo.

Yo no se qué postura es la correcta, pero he hecho turismo en Myanmar. No dudo que el turista puede en muchos casos ser el único medio de contacto con el exterior, pero soy consciente de que unos tres cuartos de mi presupuesto han ido a parar directamente a las arcas del Gobierno (visado, tasas, entradas, transportes,...). Y como yo, cualquier turista que vaya a este país, simplemente porque en la mayoría de los casos, no hay segundas opciones.

Debate aparte, Myanmar es precioso. Y precisamente el bloqueo y el aislamiento, y un turismo muy escaso, han hecho que conserve un atractivo especial (¿por cuánto tiempo?). El lago Inle es un paraíso natural, un lago de unos 80 kilómetros cuadrados, de aguas cristalinas, rodeado de montañas plagadas de templos y estupas. Es como una vuelta al pasado. La vida se lleva a cabo sobre y por el agua: pueblos, plantaciones de tomates, pescadores a la antigua usanza, gente transportando todo tipo de mercancía, extrayendo arcilla de los fondos, bañándose,... los niños lo primero que deben aprenden es a mantener el equilibrio sobre la punta de una pequeña barca, remando con la pierna, por supuesto.


Del Lago Inle fuimos a Mandalay por una pequeña carretera, si es que se puede llamar así. En Myanmar hay una carretera medio decente, sur-norte, que une Yangón con Mandalay. Y luego algunas vías transversales de muy mala calidad, que unen algún núcleo importante con la carretera principal, dando lugar a una red de herencia totalmente colonial. El resto no son carreteras. En nuestro viaje, en un taxi Toyota Corolla de hace más de 20 años (el vehículo a motor más frecuente del país), fuimos subiendo y bajando puertos por pistas cementadas plagadas de baches y agujeros.


Fueron 9 horas para unos 200 kilómetros, con paradas para ver unas cuevas, comer, o tirar algunas fotos. Pero mereció la pena. El paisaje muchas veces era bastante mediterráneo (han pasado dos meses desde las últimas lluvias), suelos arcillosos, colinas y montañas de fondo, acacias y pinos adehesados, y se volvía más tropical en la vertiente norte de cada montaña. Sólo la hilera de estupas que iba coronado las montañas y la llegada a un amplísimo valle nos devolvían a Asia. A pesar de alguna pequeña avería y de un conductor que mascaba continuamente un estimulante natural para mantenerse despierto (producto número uno allí, debido a él las calles están sembradas de escupitajos rojos), llegamos a la segunda ciudad del país.


Si Yagún me pareció feo y sucio, Mandalay era el colmo. Una ciudad de un millón de habitantes con muchísimas calles sin asfaltar, con viviendas de sólo una o dos alturas, y cuyo centro sólo era distinguible por una muralla, porque el tipo de construcción era prácticamente igual que en las afueras. La constante nube de polvo y humo no evitaba que las calles estuviesen llenas de ciclistas y puestos de comida, monjes, carros, gallinas,...

Nuestra idea original era ir en barco de Mandalay a los pueblos históricos de los alrededores, pero por la falta de planificación, nos presentamos con las bicis en la ribera del Ayeyarwady, sin posibilidad de ir en barco. Entonces decidimos hacer las visitas en bici, remontando el río, entre parcelas agrícolas salpicadas de carros de bueyes arando, gente repartiendo semillas (con longyi, por supuesto, es la indumentaria tradicional y la llevan la mayoría, tanto en la capital como en provincias), pequeños poblados de madera con gallos, cochinos, perros y niños con la cara pintada (muy habitual para protegerse del Sol) que salían a nuestro paso,... Ya sólo quedaba cruzar el río para llegar a Mingún, pero enseguida los vecinos nos mostraron una barca, trajeron unos remos de una casa, montaron las bicis, y en media hora estábamos al otro lado. Nos pasamos todo el día en bici, pero ni las bicis nos respetaron, ni mi rodilla, así que la vuelta a casa, a Mandaly quiero decir, fue en transporte público, como debe ser.


Bagán, a orillas del río Ayeyarwady, fue nuestra última parada. Es una extensa llanura arbolada que contiene miles de templos y pagodas. Merece la pena verlo, y es espectacular como los picos de las pagodas se pierden en el horizonte en todas las direcciones.


Myanmar, que es como se llama su país, y así es como quieren que lo llamemos los demás, ha sido un experiencia grata. Contrario a lo que ponía en las guías, la gente si que ha querido hablar de la situación política a poco que se les sugería el tema, y ha criticado la falta de libertades, incluso no poder salir del país, y cómo la cúpula militar se está enriqueciendo a su costa. No es extraño ver trabajadores forzados, ya que el Gobierno emplea a los disidentes para parchear carreteras, ni niños trabajando, ni miseria. Pero a pesar de todo ello daba gusto la gente, bastante abierta, casi siempre dispuestos a echar una mano, capaces de invitarte a su casa o sentarse a tomar algo sin apenas conocerte. Supongo que con la llegada del turismo y cuando caiga el régimen irán apareciendo nuevas libertades y se producirán mejoras sociales, pero aquello último cambiará, una pena, pero es bonito haberlo conocido así.


Por cierto, se me olvidaba deciros que estamos aquí por los pelos. Cuando a una hora de volar nos apoyamos en la taquilla del aeropuerto para coger los billetes, nos piden una última tasa (otro impuesto militar), del aeropuerto esta vez: 10$ por cabeza, salíamos 3, total 30. Entre todos juntábamos exactamente 30 dólares y 1200 kyats (unos 0,8$). ¡Y aquí no hay cajeros!. ¿Será qué todos estos días de oración dieron sus frutos?.


7 Comments:

At 10:15 p. m., Blogger Atenitas said...

Que envidia me das!! Eso de tener tan cerca unas culturas tan diferentes tiene que ser increíble.
Por lo que veo estás disfrutando mucho de tu destino, y bueno, Bali ya os esperará en otra ocasión.
Besos desde Atenas,
Elena

 
At 4:31 p. m., Blogger El gato flores said...

Me alegro de que hayas conocido ya el punto fuerte del sudeste, el viaje al pasado, el estado de pobreza y aislamiento al que ha llevado la dictadura de un pais que nunca aparece en las noticias, que poca gente situa en el mapa y que te da tanto a cambio de tan poco, dejando aparte el tema visados e impuestos que lamentablemente de forma obligatoria hay que pagar al gobierno para que siga con el régimen.

A mi me tocó mogollón myanmar... probablemente el viaje del que más aprendí, pese a que es casi obligatorio hacerlo en plan turista, sin libertades reales. Con tu penúltimo párrafo creo que compartimos sensaciones...

Un abrazo tío y a seguir disfrutando!

 
At 4:01 p. m., Blogger Kepa said...

no paras eh??!!!!

Besitos...

 
At 6:57 p. m., Anonymous Anónimo said...

como nunca te pillo feliz año. ya nos contarás que haceis por alli en navidad y reyes.

 
At 7:01 p. m., Anonymous Anónimo said...

Me encanta ésta foto, es muy bonita. Vallisoletana

 
At 12:32 a. m., Blogger martuky said...

Unas fotos muy chulas!! Sigue sacándole todo el jugo posible... nunca se sabe cuando se va a volver... CARPE DIEM!!

 
At 1:27 a. m., Anonymous Anónimo said...

bueno muchacho ya veo que no paras, eso esta bien, disfruta de todo, con esa intensidad, ya veo que estas estupendo y la verdad me muero de envidia ( de la sana ) ya me conoces, no es lo mismo estar en valladolid en la oficina un viernes a las ocho, pero bueno en fin.... solo decirte que como no te pillo nunca en el messenger pues que un abrazo, pasatelo muy bien sigue disfrutando.

jonathan

 

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