03 diciembre 2006

De Hua Hin a Ko Kred

Ha sido una semana intensa, larga, con bastante jugo. Y ha coincidido con los últimos días de Ander en la Oficina, el becario del Gobierno Vasco. Cuando llegamos Edouard, Eduardo y yo, él fue un poco como el guía espiritual, el que nos decía que hacer y que no, y que con su verborrea en Tai nos dejaba con la boca abierta, y nos sacaba siempre de algún problemilla. Siempre sabía donde comer más barato, y a qué hora cerraba el último garito de Sukhumvit. Además, durante estos dos meses le he tenido siempre en frente mío en la ofi. Por todo eso, y porque eras el mejor regateando la botella de güisqui en los pubs y discotecas, te echaremos de menos.

Hua Hin, “cabeza de piedra”, es un pequeña ciudad de turismo de playa a sólo 200 kilómetros al sur de la urbe, lo que en ferrocarriles tailandeses podríamos traducir como 4 horas de viaje. Pero bueno, con una buena baraja, echando unos tutes y unos mentirosos, los clásicos del verano español, y comiéndonos unos mosquitos, el viaje se hizo ligero.

Llegamos de noche a la estación, y allí nos encontró el dueño del hostal donde nos alojaríamos. Era un holandés raro, de estos que ha vivido en mil sitios, y ahora había transformado la casa donde vivía con su mujer en un hotel de lo más estrafalario, que incluía entre sus comodidades una piscina desmontable en el jardín, visita ineludible antes de dormir. Se pasaba el día tumbadazo sobre una alfombra viendo la tele, pero era bastante majo, y por apenas 4 euros al día hizo de su casa la nuestra.





La playa de Hua Hin no tiene nada de especial, podríamos estar en el Mediterráneo perfectamente, con apartamentos, hoteles y jubilados alemanes. El agua está turbia, pero eso no evita que se pueda disfrutar de un día de playa con los colegas, echar un partidillo de fútbol-playa con algunos chavales del lugar, darte unos baños, y pegarte una buena comilona para cenar.



También me apetecía un fin de semana así, de no hacer absolutamente nada. Hasta ahora todos los viajes a la costa habían sido una locura de desplazamientos y visitas. Y yo tenía ganas de relax, de no hacer absolutamente nada más que levantarme y pasar el día tranquilamente en la playa, por lo que este finde me supo a gloria.



¿Y después de cenar? Pues como casi todo Tailandia, la ciudad tiene un par de calles llenas de garitos con chicas, con chicos, y con mezcla de ambos, acosándote para entrar en su bar. Y así empezamos las dos noches, tomándonos unas copillas bien regateadas, y dejándonos llevar por los encantos del país.



¿Y cómo las acabámos?, je, je, ¡que se que es lo que os interesa!. Pues eso no os lo voy a contar, el quiera saberlo que venga, pero como gente de mente abierta que somos, nos encanta integrarnos en la cultura local.



El fin de semana pasó volando, y en apenas dos o tres días, estábamos tomándonos las últimas copillas con Ander en la terraza de la 37, sobre los tejados de la ciudad. Hemos descubierto un filón, y creo que dicha terraza empezará a ser habitual en nuestras vidas, porque es espectacular.



Ya sin Ander, el fin de semana fue bastante relajado, ya que las noches entre semana nos habían dejado tocados. Así que el domingo madrugamos para hacer un poco de turismo por los alrededores. Cogimos una barca para remontar el Chao Phraya que nos dejó en Nonthaburi.



Pueblo de curioso recuerdo para mí. Estando tan tranquilos en una acera a la puerta de un supermercado, se me acercó un tío y me empezó a hablar en Tai. Y yo pensaba que nos ofrecía taxi o tuk-tuk para ir a algún sitio (sucede miles de veces). Pero no le entendía, así que le decía “¿qué, qué?”. Y el tío extendió el brazo, y empezó a agitar el puño de arriba abajo, cada vez más violentamente, y yo, inocente de mí, sin entender “qué, qué?”. Cuando detrás de mí empiezo a escuchar algunas risas de mis acompañantes, me giro, les miro, y cuando me vuelvo a girar hacia el individuo estaba con la camiseta remangada hasta el cuello y el culo en pompa!. Será guarro el cabrón. Y encima era el chapero más feo de todo Tailandia, os lo aseguro.



Con la moral por los suelos continuó mi viaje. Otra barca nos llevó a Ko Kred, una pequeña isla fluvial, en la que estuvimos un par de horitas dando un paseo por sus estrechos caminitos que se pierden entre las casas de madera, viendo algún templo, y recorriendo puestos de comida y de alfarería, típicos de esta isla.







La semana acabó como muchos días, con unos partidos de Squash en el edificio, pero ahora, con la baja de Ander, el trono de este deporte ha quedado libre, y lucharé por él...

4 Comments:

At 4:10 a. m., Blogger El gato flores said...

vaya vaya, primera visita que hago a tu blog y ya veo que he pasado el relevo a un buen viajero y juerguista, que estás ya bte integrado en el rollo tai y que terminas las juergas como debe ser... con la comunidad local.

Y tb veo que ander se metíó buena despedida... vaya foto, q ojos! jajaja.

Tio aprovecha a tope y da recuerdos en el soi 11 aka piscifactoria.

Seguiré tu blog con envidia (sana) y lágrimas nostálgicas.

un abrazo

 
At 2:14 a. m., Anonymous Anónimo said...

No puedo creer que el trópico esté reblandeciendo tu instinto: ¿es que ya no sabes reconocer cuándo despiertas atracción sexual?
Aprende del Piti, que ha venido a Francia el puente y tuvo sus devaneos con algún travelo (lo mejor de internet es la difusión más o menos anónima de calumnias).

Sigue divirtiéndote, y ¿trabajando?

 
At 4:26 p. m., Anonymous Anónimo said...

Cabron yo quiero playaaaaaaaaaaaaaaa

 
At 9:12 p. m., Anonymous Anónimo said...

Panielo lo tuyo con los gays y ladyboys no es casualidad, es vicio

 

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